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Del amarillo al negro

Esther Ortega, consultora senior de Estudio de Comunicación

La innovación en la comunicación también ha llegado al Congreso de los Diputados. Los presupuestos generales del Estado de 2012, los más austeros de la democracia, se han convertido en los más innovadores tecnológicamente hablando. El ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro ha entregado este año las cuentas públicas en formato BIDI, es decir, con la presentación de un cartel con un código QR. Al leerlo con una aplicación informática, se accede directamente a una gran cantidad de información. Ciencia ficción para la mayoría.

Hasta la llegada a la presidencia de la Cámara Baja de Manuel Marín, la foto de la entrega de los presupuestos era, cuando menos, un tanto surrealista. Una furgoneta flanqueada por el ministro de turno y, en su interior, decenas de tomos de papel en los que se guardaban los datos más esperados del año. Y de esta imagen no ha pasado tanto tiempo. En 2004 los presupuestos se entregaron en 52 tomos que contenían 18.600 folios y  “pesaban” unos 50 kilogramos, con Pedro Solbes como ministro de Economía y Hacienda. La revolución digital llegó, como ya he dicho, con Manuel Marín que exigió que los presupuestos se entregaran en soporte digital y se optó por un CD ROM con cerca de 200 megabytes de memoria.

Pedro Solbes fue también el primero que entregó las cuentas del Estado en un pen drive, acompañado de un DVD y el “Libro Amarillo” de índice resumen de las cuentas públicas en 2006, revolucionando el acto de entrega. En esa ocasión, Manuel Marín destacó la importancia del ahorro en papel y distribución asegurando que “aunque parezca mentira, hoy se ha vuelto a salvar la vida a tres o cuatro arbolitos”. Estamos hablando del pleistoceno tecnológico.

Ahora todo está al alcance del teléfono móvil. Toda la información a golpe de foto, con tan sólo descargar un programa que descodifique lo que, a simple vista, parece un dibujo geométrico. En la era de la tecnología digital, cualquier niño sabe de lo que estoy hablando. Incluso las revistas infantiles cuentan entre sus páginas decenas de estos códigos que ofrecen desde información adicional a vídeos inéditos o juegos on line. Un descubrimiento para los adultos (mucho más torpes en estos casos) y algo normal para los más pequeños que parecen tener una habilidad innata para adentrase y compartir los entresijos de estos nuevos “inventos”. De momento estos sistemas no son todavía tan universales como los códigos de barras (aunque en Japón, país de procedencia, sean habituales) pero se han ido ganando poco o poco su hueco.

Y a la vista está. No hay día que no nos crucemos con alguien, en el metro, en el autobús, en la calle..., que no esté absorto en su teléfono móvil. Da igual lo que esté haciendo. Su móvil se ha convertido en un apéndice de su propia persona, un apéndice, eso sí, indispensable. Desde la primera llamada con un teléfono móvil en 1973 realizada por Martin Cooper a su rival Joel S. Enger de los laboratorios Bell, no han pasado ni 40 años. En 1983 se comercializan y en 11 años (de 1990 y 2011) la venta de teléfonos móviles en el mundo creció de 12,4 millones de terminales a 5,6 mil millones llegando a convertirse en una de las bases de la economía. Ahora, los teléfonos inteligentes sirven para casi todo: desde su aplicación primigenia que era comunicarse con otro a viva voz, a poder estar recibiendo información continuamente, hacer pagos bancarios o captar los mejores momentos de tu vida a través de la cámara de fotos o el video.

Y seguimos evolucionando. El formato BIDI es un paso más. Y visto lo visto no será el último. El mundo de la comunicación y de la tecnología, en muchos casos tan íntimamente relacionados, nos dará todavía alguna que otra sorpresa que nos facilite el trabajo. ¿O nos lo complicará más?