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Efectos colaterales

por José Luis Bonilla

En todos los foros o charlas sobre comunicación a los que me invitan a participar cuento siempre una anécdota personal que, por una parte, es un homenaje a  mi madre, pero por otra refleja la indefinición o la falta de conocimiento que buena parte de la sociedad tiene acerca de nuestra profesión. Hace ya mucho tiempo, cuando dejé de trabajar en medios y me pasé “al otro bando”, mi progenitora me espetó: “Pero niño, ¿tú no eres periodista? ¿Entonces, cómo es que tienes clientes?”. Siempre he pensado que el verdadero problema no es que ella no lo entendiese, sino que le resultaba complicado explicárselo a sus vecinas ante la pregunta ¿Pero tu hijo dónde trabaja?, después de varios años viendo mi firma en el periódico.

Viene esto a cuento porque sin duda muchas madres estarán ahora en una situación parecida. Una de las más evidentes consecuencias de la sangría que se está produciendo en los medios de comunicación –son ya más de 9.000 los periodistas que han perdido su empleo en los tres últimos años- es que muchos de sus profesionales, sabedores de que no habrá opciones en otros medios, optan por el autoempleo ofreciéndose en el sector de la asesoría o los servicios de comunicación a terceros.  Y este efecto colateral de la crisis tiene importantes repercusiones en el mercado, entre las que destaca una bajada de precios cada vez más preocupante.

Desgraciadamente las posibilidades de salir adelante en un entorno tan competitivo como el de la consultoría de comunicación, donde se dan índices de rotación de clientes muy elevados, pasan para estos nuevos colegas la mayoría de las veces por captar negocio a cambio de retribuciones paupérrimas. Esta realidad es especialmente significativa en entornos territoriales donde el sector de la comunicación es débil, con un escaso tejido empresarial tanto en la parte de la oferta como en el de la demanda.

Las nuevas tecnologías juegan en esta historia un doble papel. Por una parte suelen estar en el origen del problema, ya que muchos de los puestos de trabajo que se pierden en los medios están relacionados con el descenso de lectores de las ediciones impresas, la caída de la publicidad y otros cambios que llegan de la mano de las nuevas fórmulas de acceso a la información. Pero al mismo tiempo estás fórmulas atraen a numerosos profesionales como vía de penetración en el mercado y se convierten así en una esperanza que, de momento, pocas veces se confirma y, cuando lo hace, pasa casi siempre por los referidos precios bajos, tras una adaptación apresurada al nuevo escenario en forma de curso de community manager, gestor de contenidos online o cualquier otro reclamo con los que otros tratan de aprovechar la coyuntura en el sector de la formación.

En paralelo los datos son tozudos. La última oleada del informe trimestral Grayling Pulse, elaborado por nuestra compañía, indican que las plantillas de los Departamentos de Comunicación en España han disminuido en el 23% de las empresas encuestadas. Y también que el cambio de modelo de trabajo en el sector de la Comunicación trae consigo la reducción del presupuesto global que las empresas destinan tanto a mantener relaciones contractuales continuadas con agencias de comunicación (48% de los profesionales encuestados) como a desarrollar proyectos concretos (39%).

Con estos mimbres, cabe preguntarse si hay sitio para todos. En cualquier caso, por lo que a mí respecta, doy una cordial bienvenida a los nuevos colegas. Cuentan con todo mi apoyo y mi comprensión, por mucho que alteren el mercado e incluso que me pisen algún cliente, como de hecho ya ha ocurrido. Todos tenemos derecho a una parte de la tarta, aunque en este momento la tarta no pase de ser un raquítico petisú con más masa gruesa que fino relleno de crema.

Pienso en esas madres a las que aludía al principio y en que para ellas el verdadero problema no es saber explicar exactamente a qué extraña cosa se dedica ahora su hijo periodista, sino convivir cada día con la realidad de que no se dedique a nada.

José Luis Bonilla
Director de Grayling Sevilla