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Quince años de revolución digital en comunicación

Ignacio Casas del Amo

Con motivo del 15 aniversario de Cohn & Wolfe, queremos reflexionar sobre los cambios que se han producido en la comunicación y las Relaciones Públicas en estos últimos 15 años y cómo se perfila esta profesión en el futuro. Un cambio sustancial y sin precedentes ha sido el de la digitalización de la sociedad, y, por  tanto, de las marcas.

En los últimos quince años hemos podido asistir a un cambio espectacular en muchos aspectos de la sociedad. Puede parecer que el año 2000 no queda tan lejos, pero muchos de los dispositivos y herramientas que utilizamos hoy en día y que nos parecen “imprescindibles” para vivir, no existían entonces. Los smartphones, las redes sociales, los blogs (como los conocemos hoy en día), la Wikipedia o incluso el todopoderoso Google no existían en el año 2000.

Esto nos da una idea de cómo ha cambiado el mundo en los últimos 15 años y en esta evolución hay un factor fundamental: la tecnología. Actualmente, nuestra vida y nuestro trabajo como comunicadores giran en muchos casos alrededor de los gadgets, las redes sociales y la conectividad constante, pero, ¿cuál fue el primer gadget? Aquel que supuso el principio del cambio y que abrió el camino al “Internet de las cosas”, una de las principales tendencias tecnológicas actuales. Para descubrirlo hay que remontarse al año 2001 en California, donde Steve Jobs presentaba el iPod. Ese reproductor de música portátil que, junto con iTunes, supusieron una revolución, cambiaron la manera de consumir música, pero también marcaron el inicio de una nueva forma de relacionarnos con Internet y con nueva serie de dispositivos portátiles con los que nos acostumbraríamos a convivir en los siguientes años.

Obviamente no es el único avance y es posible que no sea el que más relevancia ha tenido en nuestro trabajo como comunicadores, pero si es un punto de inflexión, en un momento muy importante para el desarrollo de nuestro sector como lo conocemos hoy en día.

En este mismo sentido, los avances que siguieron a este lanzamiento, como la proliferación de los blogs o la web 2.0 supusieron una revolución en el esquema de la comunicación más tradicional. A partir de este momento el receptor de la comunicación pasaba de ser un elemento pasivo, con una posibilidad limitada de respuesta ante lo que recibía, a convertirse en un nuevo emisor, un elemento activo del proceso. Este efecto se incrementó de forma exponencial con el nacimiento de las redes sociales, nuevos canales de comunicación a los que los medios tradicionales, las marcas y todos en general, hemos tenido que adaptarnos de una forma muy rápida. Así, hoy en día y desde plataformas como YouTube, Facebook, Twitter o Instagram, entre otras, cualquier persona se convierte en un creador de contenido, en un crítico que escudriña a las marcas, en un proceso por el cual el boca a boca tradicional ha alcanzado una dimensión apenas imaginable hasta hace unos pocos años.

Todo esto ha supuesto la transformación absoluta de nuestro negocio, en el que pensando en el cliente, las marcas debían usar casi obligatoriamente a los medios de comunicación tradicionales para llegar a los usuarios finales. En este sentido el trabajo actual en las agencias poco se parece al que se hacía en el 2000. Nuestro público ya no es como el de antes, ni los canales por los que hemos de acercarnos a ellos.

Ya no es suficiente con enviar una nota de prensa y esperar a que uno, dos o un número “X” de medios lo publiquen. Ahora debemos adaptar los contenidos que elaboramos a las nuevas formas y dispositivos para acceder a la información, creando cada vez más contenidos audiovisuales, más directos, fáciles de consumir y más relevantes para el público.

Debemos aprovechar los momentos comunicativos, subirnos al carro de la actualidad y captar la atención del público desde el primer momento – un contenido, sea del tipo que sea, si no engancha en los primeros segundos o desde el titular es descartado de forma inmediata.

Hemos de plantear nuevas formas de llegar a los consumidores, mucho más activos y formados y que exigen participar más, no solo ser objetos pasivos del proceso de comunicación. Así para llegar a ellos se han puesto en marcha procesos más colaborativos y participativos como la co-creación o la gamificación. De hecho muchos de esos consumidores han pasado a convertirse en protagonistas principales de la comunicación. Es el caso de algunos influencers (ya sean bloggers, youtubers, instagramers…) que hasta hace poco no existían, y que deben ser tratados de forma diferente a los periodistas.

Estos cambios en el trabajo han ido mucho más allá, provocando la especialización dentro de las propias agencias de muchos profesionales al entorno digital, en el que la web y las redes sociales ya no son solo un lugar de ocio, sino que deben ser objeto de una dedicación y planificación específicas. Asimismo hemos tenido que adoptar habilidades y manejar términos más propios de otros campos como el marketing digital o incluso la informática. Los enlaces, las keywords, el número de palabras o incluso el diseño web son importantes para que los contenidos que elaboramos estén bien posicionados, especialmente en Google. Por eso términos como SEO y SEM, plataformas como Analytics, Trends u Outbrain, entre muchas otras, ya forman parte de nuestras vidas.

Estas son solo unas cuantas de las tendencias tecnológicas que han ido cambiando el panorama de la comunicación y a los que hemos debido adaptarnos desde el nacimiento de Cohn & Wolfe en España hace quince años. Este tiempo ha sido, sin duda, apasionante, pero la evolución de la comunicación puede decirse que no ha hecho nada más que empezar y debemos estar más preparados que nunca para los vertiginosos avances que nos esperan.

 

Ignacio Casas del Amo.
Consultor Senior, Cohn & Wolfe

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