por Ignacio Ferioli
Independiencia es, probablemente, una de las palabras mas fuertes de nuestro vocabulario. Está cargada de significado. No en vano en todos los países la fecha patria más festejada sea probablemente “El día de la independencia” ¿Por qué? Porque es el día que dejamos de depender de otro país, el día que pudimos decidir cómo llamarnos, poner nuestras reglas, hacer las cosas como nosotros queremos y no como una red quiere. Perdón, como otro país quiere…
Bueno lo mismo sucede con las agencias. Las independientes ponen sus reglas, manejan sus tiempos, elijen sus clientes y elijen como llamarse. ¿Y cual es el precio de esto? Bueno, si seguimos con los paralelismos podríamos decir que es como irte de la casa de tus padres. Por un lado tienes la libertad y por otro adiós a la nevera llena, la mensualidad, al auto de papá, la ropa limpia, los clientes que vienen por alineación global, los bonos corporativos, el auto de la compañía, y… ya se entendió lo que quiero decir.
Lo que es seguro, mas allá de los pros y las contras de la independencia, es que los hijos se siguen yendo de la casa de sus padres y el día de la independencia nos seguimos poniendo orgullosos la escarapela con nuestra bandera.
En conclusión, ser independiente es algo muy bueno. Es aspiracional para las agencias. y para aquellos clientes que no quieren una multinacional impuesta, los que aspiran a trabajar con dueños de agencias y hacer trabajos con sello propio.
¿Y cual seria el ideal? Que nuestros padres nos sigan pagando la mensualidad pero que tengamos nuestra casa propia.
Por este motivo es que también ahora las grandes redes apuestan a un formato como el independiente, pero estando dentro de la “Matrix”. David (DAVID) es un buen ejemplo de esto. Una estructura mediana a chica que sea flexible, dinámica y con un “dueño” que ponga la cara.
El mercado va hacia ese lugar. Las marcas exigen una estructura así y los creativos también. Sin ir más lejos basta con entender cuál es el aspiracional hoy de un creativo. Antes era poder entrar a una de las grandes agencias y hoy es ser freelance, poder elegir los proyectos, los tiempos y la plata. En otras palabras, independencia una vez más.
Bueno, al mejor estilo Malcolm Gladwell, me calenté con los paralelismos así que voy a usar otro para graficar las contras. Imaginemos que una planta de lechuga es una campaña de comunicación. Bien, hora supongamos que tenemos una huerta orgánica, tan de moda en estos días, donde plantamos nuestras lechugas moradas, romanas y francesas todas cultivadas sin agroquímicos, alimentadas con el compost que nosotros hacemos en casa y regadas con amor todas las mañanas y tardes, genial. ¿Pero qué pasa? Este producto, seguramente más nutritivo y sabroso que la lechuga que compramos en el super, no podría competir nunca contra el farmer que siembra 500 hectáreas de lechuga con riego automático, agroquímicos y todos los canales de distribución de su producto ya orquestados y listo para salir al mundo.
Esa pelea está perdida así que dejemos a los grandes farmers que se despellejen entre ellos viendo quien vende más y a qué precio. Y entendamos que lo que tenemos nosotros es un producto premium, superior, que seguramente vale más y que también tiene un target definido, pero lo que es seguro es que no podemos ofrecer 5 toneladas de lechuga por temporada. Si intentamos eso seguramente arruinemos nuestro negocio.
Porque después de todo ¿a qué restaurante irías a comer? ¿Al que pertenece a una cadena global o al que tiene un cartelito en la puerta que reza “atendido por sus dueños”? Viva la independencia.
Ignacio Ferioli es el director creativo ejecutivo de la agencia