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Hasta el infinito y más allá

Por Jorge Martínez, freelance

En multitud de entrevistas y conferencias surge siempre una pregunta recurrente: imagina que pudieras elegir un cliente para el que trabajar… ¿cual sería?.

De un publicista siempre se espera una respuesta con nombre de marca comercial, cuanto mas grande y mas popular, mejor.

Mi condición de periférico, de outsider, hacía muy difícil entrar en la terna con grandes profesionales que operan desde las capitales, una jungla de ceos donde los concursos se han convertido en el santo y seña de la profesión, y donde un señor de Murcia tenía –a priori- muy pocas opciones de ligar con la bella y deseada Ninette.

Pero no ser invitado a los concursos no significa que uno no pueda llegar a hacer grandes proyectos para esas marcas a las que admira, basta con echarle arrestos y sacar a bailar a la chica, “buscarse la vida”, que es una cosa muy de periferia y de gente con hambre.

Yo he bailado poco, pero con marcas muy atractivas. Mi estrategia siempre ha sido la misma, estudiar la pista de baile, elegir la canción adecuada, y bailar siguiendo el paso de una idea, una que nadie esperara, una que solo yo pudiera llevar a cabo por estar tan loco como para intentarlo.

La locura es algo que no abunda en las oficinas, no gusta a los ceos, amantes del orden y enemigos del libre albedrío, y mucho menos a los jefes de los ceos, que deben defender a capa y espada su estatus y blindarse de los imprevistos.

La locura es imprevisible, ingobernable, y por tanto, el resultado no es medible de antemano, es sólo intuíble, como un pálpito, nada que ver con estudios de mercado, pretest, o cualquier cosa que pretenda convertirla en ciencia empírica.

Muchas veces, las locuras acaban en fracaso, sirviendo de excusa para desterrar a los locos, pero cuando una locura se convierte en logro… ¡guau!, se llegan a avistar nuevos continentes, y hasta se puede pisar la luna.

Cosas de locos.

Me reconozco un homeless de la publicidad, alguien que le ha cogido el gusto a vivir en la calle y al que se le hace ya casi imposible regresar al mundo real, ordenado y previsible, como una especie de Mowgli asalvajado.

Sobre mis improvisadas mesas de trabajo se esparcen ideas que me empeño en hacer realidad: un ladrillo capaz de reconstruir miles de vidas; una película que dé tanto miedo que no podamos escondernos tras ninguna cortina de irrealidad; una camiseta que en el cuerpo de un niño, los convierta en gigantes…  

En los últimos tres meses he viajado a Alepo y he visto la destrucción física y humana que provoca la peor de las guerras; en Filipinas he visto a Saturno devorando a sus hijos y he conocido el monstruo en el que se puede convertir el ser humano con los más vulnerables; he viajado a Lesbos y me he sumergido en una Babel contemporánea para conocer, de primera mano, las historias de aquellos que han huido del horror, la pobreza y la barbarie.

Lejos de hundirme en el desánimo, de cada viaje, de cada experiencia, regreso con más fuerza y mas coraje. Se bien que el dolor ajeno duele más que el propio, y me revelo contra todo aquello que me resulta injusto, insoportable, y al mismo tiempo, evitable. Trabajar al dictado de mi conciencia en un momento histórico en el que las marcas están obligadas a tomar partido y demandan ideas poderosas y transformadoras, vengan de donde vengan.

Escuchar a nuestra conciencia y decirle “tienes razón, hagamos algo, algo grande”, como esa voz interior que el sheriff Woody enseña a Buzz Lightyear en Toy Story 4.

Y hablando de Toy Story, llorando con mis hijos mientras Woody se despide de los que han sido su familia durante todos estos años de aventuras, he decidido desempolvar una vieja locura: lograr que PIXAR obtenga el Premio Nobel de la Paz.

Una factoría de locos, que a través de sus películas promueve todo aquello que merece ser reconocido con un premio de estas características: la esperanza, la paz, el amor, el compañerismo, la igualdad, el respeto… PIXAR nos recuerda con cada nueva película que al final del túnel, por oscuro que parezca, siempre hay luz. 

Una empresa, una marca, que además de educar e inculcar en la mente de millones de personas la idea de un futuro mejor, es capaz de generar un beneficio económico de miles de millones de dólares. Porque hoy, mejorar el mundo, y conseguir un beneficio económico, no sólo son compatibles, sino que debe ser una consecuencia.

Voy a convertir la petición del Nobel de la Paz para PIXAR en una gran campaña, y lo voy a intentar hacer de la mano de Coca-Cola, otra gran marca, quizá, aquella con las que todo creativo sueña trabajar algún día.

Estoy seguro de que querrán bailar, porque ellos mejor que nadie, saben que la verdadera chispa de la vida, es la que produce ayudar a los demás.

Foto de cabecera: NASA


Jorge Martínez (Cartagena, 1976). Diseñador gráfico de formación, ha conseguido numerosos premios y reconocimientos en festivales como “El Sol” (Sol de Platino), FIAP (Sol de Platino y Copa de Iberoamérica), Intercontinental Advertising Cup (Grand Cup), Club de Creativos (cdec de oro), Art Director´s Club of Europe, Laus (Grand Laus) y Premios a la Eficacia Publicitaria.
Su filmografía incluye títulos como “Comer conocimiento”, “La guitarra vuela”, “Nómadas”, “The perfect protein” o “Un juego llamado esperanza”, con los que ha participado en festivales como el Festival de Cine de San Sebastián, Latin Beat Festival de Tokyo, Festival de Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, Recent Cinema Festival de Miami, Spanish Film Festival de Sydney o Chicago Latino Film Festival.
En la actualidad, centra su labor en el contexto de la innovación social, desarrollando estrategias, proyectos e ideas para organizaciones y entidades como Oceana, Save The Children, Agencia Española de Cooperación Internacional, Fundación Vicente Ferrer, ONG Rescate, Fundación Barça, Fundación MAPFRE, o Médicos Sin Fronteras, organización para la que ideó y desarrolló el proyecto “Pastillas contra el dolor ajeno”, que con 6 millones de unidades vendidas en España, se convirtió en una de las campañas mas notorias, premiadas y eficaces de la historia de la publicidad española.
Es socio fundador de Help!, entidad formada por destacados profesionales de la creatividad publicitaria y los medios que pretende sensibilizar y captar recursos para la puesta en valor de la ciencia y la investigación española.
Sus proyectos e ideas han conseguido recaudar mas de 6 millones de euros para organizaciones medio ambientales, sociales y humanitarias.
Foto © Javier Álvarez