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'Publicitarios de honor'

Daniel Campo, director de El Publicista (Columna del nº 223)

La Academia de la Publicidad podía haber imitado a otras academias y haber empezado su andadura a bombo y platillo con los enésimos premios a los trabajos creativos y publicitarios, pero no ha sido así. En su lugar, desde la magna biblioteca de ABC donde tuvo su origen, ha preferido el reconocimiento a la trayectoria profesional de las personas, se ha distinguido por rescatar del baúl de los recuerdos a los grandes de la publicidad, aquellos publicitarios que han dejado huella en nuestra profesión por abrir caminos, formar equipos y crear escuela, consiguiendo que nuestra profesión sea más reconocida socialmente y un poco más respetada.
Son todos los que están, pero los que están no son todos los que deberían (Valeriano Pérez, Calleja, Pavía, García Valdés, etc). Y tanto el jurado, presidido por Angel del Pino, como la propia Academia lo reconocen. Pero había que empezar y así se ha hecho. A muchos, afortunadamente, les he conocido o conozco en persona, y doy fiel testimonio de que son profesionales distintos que se han caracterizado, cada uno en su faceta, por sus negocios y por la profesión al mismo tiempo. Y además hasta pasados varios años de su merecida jubilación. Recuerdo a Clemente en su dedicación a Autocontrol, a Garriga como periodista free lance por la Croisette de Cannes o al incansable Viana pelear por los datos de inversión publicitaria. A los más “jóvenes”, todavía en activo, los veo como embajadores de la publicidad, allá donde van. Joaquín Lorente, en su alocución en representación de los galardonados, dijo que no solo habían hecho anuncios, campañas y marcas, habían hecho algo más grande: contribuir a la formación de la clase media de España y al fomento del consumo. Son, según sus palabras, “los pianistas del consumo”, un calificativo mejor que aquel terrible “pianistas del burdel”, expresión que nunca me ha gustado. Como ha dicho Julián Bravo, la Academia de la Publicidad ya está en marcha. Enhorabuena. Servirá, junto a la labor que hacemos las revistas profesionales, para dejar constancia del valor de las personas y para que las generaciones venideras sepan quién fue quién en nuestra publicidad.