Por Kelly Cumbal
En Eurovisión, no todo se decide sobre el escenario. Este 2025, mientras los artistas afinaban sus voces en Basilea, las delegaciones también peleaban por la atención en otro lugar clave: las redes sociales. Porque hoy, ganar visibilidad es casi tan importante como sumar puntos.
Instagram, TikTok y otras plataformas se convirtieron en el segundo escenario del certamen, donde se construyen relatos, se activa el voto internacional y, a veces, se nace estrella viral.
¿Cómo han utilizado los países su presencia online antes, durante y después del festival? ¿Qué diferencia a quienes generaron conversación global de quienes se diluyeron tras los aplausos?
España: de “Melodiva” a fenómeno viral global
Antes del certamen, RTVE había convertido su perfil de Instagram (@eurovisiontve) en el diario visual de Melody. Su narrativa se construyó desde Benidorm hasta Basilea, articulada con una estrategia emocional, casi cinematográfica, en la que los reels, stories diarios y colaboraciones en medios de entretenimiento reforzaban una conexión íntima con la audiencia.
Pero fue tras la final cuando el fenómeno explotó. La actuación de Melody se convirtió en el contenido más visto de todo el festival en Instagram con 9,8 millones de visualizaciones orgánicas en menos de 24 horas. El crecimiento fue tan rápido como sostenido: publicaciones posteriores alcanzaron entre 4.000 y 7.000 interacciones, se registraron picos del 4,7 % de engagement y los hashtags oficiales superaron los 543 millones de impactos.
La comunidad digital de @eurovisiontve, con 175.000 seguidores y una audiencia 89 % real, protagonizó una de las activaciones más potentes de esta edición. Pero no fue solo cuestión de emoción: el contenido funcionó. Más de 2 millones de usuarios únicos en RTVE Digital y cifras récord en streaming consolidaron a Melody no solo como un símbolo pop nacional, sino también como un fenómeno internacional.
Austria: cuando una historia bien contada también gana Eurovisión
La victoria de Austria no fue solo musical, también fue narrativa. Johannes J. Pietsch, contratenor y representante del país, convirtió sus redes sociales en un diario íntimo donde cada post respiraba autenticidad. Desde el anuncio de su candidatura hasta el regreso en avión con el trofeo abrochado con cinturón de seguridad, su perfil de Instagram (@johannesjjpietsch) ofreció una crónica emocional, cuidada y profundamente humana.
Antes del certamen ya destacaba con un nivel de interacción poco común: un 17,85 % de engagement y un coste por interacción (CPE) de apenas 0,05 dólares. Tras su victoria, sus cifras no hicieron más que despegar: superó los 75.000 seguidores, mantuvo un engagement del 15,48 % y publicó contenidos que llegaron a alcanzar 83.000 'me gusta' y 900.000 visualizaciones en TikTok. La estética -un equilibrio entre lo lírico y lo pop- reforzó su identidad artística sin renunciar a la emoción.
Su triunfo también fue colectivo. Las menciones de la cuenta oficial de @eurovision y de marcas como Moroccanoil o Austrian Airlines amplificaron su presencia más allá de las fronteras. JJ conectó con públicos diversos: desde los seguidores de la música clásica hasta la comunidad LGTB+ y los usuarios jóvenes de TikTok. Austria ganó Eurovisión con una voz, sí, pero también con una historia bien contada.
Suecia: humor local, validación global
El grupo KAJ representó a Suecia con una propuesta escénica singular, pero su estrategia digital no se quedó atrás. Su cuenta (@humorgruppen.kaj) ya contaba con 291.000 seguidores antes del certamen y un engagement notable del 8,05 %. Tras Eurovisión, los datos hablan por sí solos: +33.000 nuevos seguidores, picos del 45 % de engagement, más de 2 millones de impresiones y una canción que se coló en el puesto #111 del ranking global de Spotify, haciendo historia como la primera en sueco en lograrlo.
Lo interesante no fue solo el impacto, sino cómo lo comunicaron. Stories con entrevistas a las 3 AM, agradecimientos en bata de sauna, y un copy genial: “We’re not freaking out, you are”. Todo bajo un paraguas visual y emocional que nunca rompió su identidad: orgullo local, autenticidad y una estética sauna-pop inconfundible. La audiencia, mayoritariamente femenina (62 %) y centrada en el segmento 35-54 años, respondió con entusiasmo.
Francia: emoción previa, silencio posterior
Francia eligió una estrategia de alta carga emocional antes del festival, posicionando a Louane como un símbolo de maternidad, legado y sensibilidad. Stories con imágenes de su infancia, mensajes a su hija y copys como “Let’s touch the stars tonight” marcaron el tono íntimo de la campaña. A pesar de tener un engagement más bajo que otros países (1,3 %), el contenido conectó con su audiencia nacional.
Sin embargo, una vez acabó el festival, el relato digital de Francia se detuvo en seco. La única publicación tras la final fue un reel que mostraba el ambiente en la Place de la Bastille, donde miles de personas se reunieron a seguir la gala. No hubo reacciones de Louane, ni un cierre emocional que recogiera todo lo construido.
Aun así, el perfil creció hasta los 61.000 seguidores y alcanzó un sorprendente 22,66 % de engagement.
Eurovisión 2025 demostró que las redes sociales no son solo canales de apoyo: son parte fundamental de la puesta en escena nacional. Los países que construyeron una narrativa coherente antes, durante y después del festival lograron extender su impacto más allá del escenario. En un mundo donde lo viral se mide en millones y lo emocional en segundos, la diferencia entre un candidato y un fenómeno global está, muchas veces, en cómo se cuenta la historia.