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Tocarte

Por Nerea Cierco

¿Valiente o gallina? Perder la partida, beber tu saliva, jugarme la vida, buscarme la ruina… Tocarte… Tocarte… hasta 16 veces canta Jorge Drexler con C. Tangana tocarte en los dos minutos y medio que dura su nuevo single. Y yo siempre pensé que cuando perdiéramos la capacidad de imaginar, dejaríamos de ser humanos. Pero una pandemia y una vida algo más vivida después, creo que Drexler y C. Tangana cuentan muy bien eso que nos retiene como humanos. Y añado a Heidegger en el equipo: tocar, manosear con las manos, no solo nos hace libres, sino que es nuestra manera de ser en el mundo. Como humanos. Y más me reafirmo, después de leer la advertencia que lanza en las No-Cosas, Byung-Chul Han con respecto a la siguiente generación de humanos: “el humano jugador, manualmente inactivo del futuro, representa el final de la historia”.  Amén.

 

 

No es nada nuevo pensar que en este mundo de ahora mismito nada es sólido y tangible. Perdemos el interés por poseer y tener y nos obsesionamos con acceder a información de todo tipo. Byung-Chul Han habla del peligroso mundo de las No-Cosas, las infoesferas. Y este es un problema grave porque las cosas estabilizan la vida, dice. A pesar de que los humanos somos muy de donde dije digo, digo Diego, reafirmamos nuestra identidad cuando la relacionamos con las cosas que nos rodean. Una y otra vez. En este ser-en-el mundo heideggeriano, las cosas están para usarlas con las manos. Accedemos al mundo por medio de las manos. Tocando. Es la experiencia más real que podemos tener con respecto a la vida. Y cuando hablamos de tocar, hablamos de lo que habla Jorge, de tocar hasta el fondo, de ir con todo, no de las yemitas de los dedos, no. Y yo ahí pienso mucho en la vuelta a las oficinas. Ir con todo, no es ir a la oficina para aporrear las teclas del teclado, no. Ir con todo, no es ir a la oficina para estar en un teams, no. Ir con todo no es ir por ir. 

Tocar es manosear sin miedo. Es coger la vida por los cuernos, agarrarla, apretarla, zarandear las ideas por las solapas si hace falta. Pero es que claro ¿cómo vamos a tocar, agarrar, coger con las manos cualquier cosa, si elegimos pareja con la yema de los dedos? Si hemos normalizado acceder al amor de nuestra vida por los me gustas que nos dan otros (el otro día me enteré de que Tinder funciona así); tiemblo con lo que va a pasar con el trabajo. Vuelvo al libro: “esa manera de vivir, de acceder en vez de disponer, no tiene forma, no es, no se puede tocar, y lo que no se puede tocar no admite un vínculo intenso”. “Sin el tacto físico, no se crean vínculos” dicen Han en las No-Cosas y un montón de personas importantes a lo largo de la historia. La vida, el trabajo, ha pasado a adquirir forma de mercancía; comercializamos con las relaciones humanas. Es oficial. Reemplazamos una caricia por un like o una valoración, cuantificamos los amigos… La diferencia entre cultura y comercio desaparecen a ojos vista. Y la comunidad como mercancía, apuntala Han en su ensayo, es el fin de la comunidad. 

¿Y entonces?  ¿Y cómo ser libre siendo una mercancía?  ¿Qué tipo de libertad puede haber en la yema de los dedos?  Dice Han que, por suerte, “todavía hoy somos capaces de crítica porque todavía tenemos manos y podemos actuar con ellas”. “Que solo las manos son capaces de elección, de tener libertad de acción”. 

¿La bolsa o la vida?  Tocarte. 

 


Nerea Cierco (Linkedin) es directora creativa ejecutva en la mutinacional DDB España. Entre otras cosas, le fascina el cruce de caminos que se da en la agencia entre la creatividad, la tecnología y la estrategia. Sobre todo, le interesa y mucho, lo humano y lo divino. Colabora en la Miami Ad School y en Conde Nast College y contribuye y empuja en la plataforma MasMujeresCreativas.