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Cuidado con lo que escuchamos

Nicolás Landauro Constanzo, redactor - columnista

Una vez me dijeron que escribía mal. Ese comentario me dañó tanto que prometí no volver a hacerlo. Por miedo, vergüenza, incluso por respeto a ese lector.
Al día siguiente estaba escribiendo nuevamente, no lo pude evitar.
Escribir me enamora y no podía, no podría dejar de hacerlo, lo haga bien o mal.

¿Les ha tocado pasar por casos así?
Me imagino que sí, y claramente por cosas más significativas que lo que me pasó a mí, que sencillamente es una tontera. Pero ese minúsculo detalle, me tiene escribiendo esta columna.

Cuando algo te apasiona, no hay voces que puedan callar eso que te regala paz y tranquilidad. Asumo, tiendo ser un poco egoísta conmigo. El impacto de un comentario negativo es mucho mayor que el de cien positivos. Es algo que debo trabajar constantemente.
Una vez, recuerdo, dicté una conferencia y un espectador muy amable, se acercó, me dio la mano y me dijo que mi exposición había sido muy mala. Quedé tan perplejo por su sinceridad, que no atiné a preguntar el motivo de su opinión cuando en paralelo, otros pocos me felicitaban.

La creatividad no me enseñó a convivir con la crítica; en ambos casos me sentí atacado, desnudo, sensible y expuesto. Díganme por favor que no soy el único que ha pasado por esto.

Veo artistas y deportistas que se toman la crítica como si fuera la espinaca de Popeye. Les da más fuerza e hidalguía para afrontar el próximo desafío, que de seguro lo cumplirán con creces, porque hubo “algo” que los empujó a dar el 110% más que la vez anterior.

Otros, sin embargo, la crítica la tomamos como un tiro de gracia. “Listo, ¡se acabó! No estoy dispuesto a pasar más por este tipo de cosas”
Y está bien también, ambas reacciones son válidas y respetables. No todos reaccionamos de la misma forma frente a un estímulo así.

Independiente de la ruta que decidamos tomar, creo que para ambas hay que tener una característica específica. La fuerza; ya sea para continuar, o para dar un paso al costado.
¿Pongámosle un apellido? Voluntad, Fuerza de Voluntad.

¿Recuerdan alguna materia universitaria llamada Introducción a la Fuerza de Voluntad?
Yo no, pero sí me la enseñaron. En mi hogar, en la agencia, en una relación amorosa, en un proyecto de vida. Es una materia con muchos maestros, pero también es una materia que uno mismo debe investigar y rescatar desde distintas fuentes.

La fuerza de voluntad al menos en el aspecto de la creatividad sólo la generamos con el tiempo; con experiencia, consejos y la sabiduría de alguien que ya pasó por eso. Leyendo, entendiendo y sobre todo asumiendo que la vida está llena de penurias, malos negocios, malos amores, malas decisiones en general.
Dar un paso al costado en algo, es muchas veces tomado como un acto de cobardía y no lo creo así. Para hacerlo hay que ser fuerte y honesto con uno mismo. Cobarde es el que apunta con el dedo a otro que intenta hacer algo por si mismo. Cobarde para mí, es el que apunta con el dedo al que está en búsqueda de su propia felicidad.

Estamos viviendo una anomia brutal, una etapa comunicacional sensible, llena de vacíos emocionales, carente de intelectuales que nos regalen sabiduría y mapas por donde debemos/podemos caminar y además, tenemos frente a nosotros, terroríficos nuevos paradigmas por romper.

La comunicación, sobre todo la persuasiva, debe estar bañada en contención intelectual, reflexión, empatía, filosofía, respeto y valores. Año 2020 y sigo viendo publicidad donde muestra a la familia feliz, el niño jugando fútbol y la niña soñando con ser bailarina de ballet.

¿De qué sirve entonces la misión y la visión en las empresas? Porque si es sólo para ponerla en la página web y para mostrarnos como “es” una entidad socialmente responsable con las comunidades, cerremos, apaguemos la luz y nos vamos.

Año 2020 y seguimos clasificando a los niños con roles que ojo… ¡nosotros mismos impusimos hace 9875 años atrás!

Me asusta que esto no cambie. Si esa marca no entendió nada, debe haber muchas más dando vuelta por ahí con discursos machistas, sexistas, xenófobos, etcétera. Todo lo de mal gusto que se pueda imaginar.

El daño que le podemos generar a alguien por una frase, un comentario, es terrible.
Cito textual:

“No sé porque estoy escribiendo esto, pero, no dejen que nadie les haga creer que no son personas valiosas ¡porque sí lo son! No le den a nadie el poder de destruirlos de esa manera… y por sobre todo quiéranse mucho. Tanto que si alguien les dice algo no lo creerían ni por un segundo”.

Este es un extracto de un párrafo del testimonio de una gran amiga, que en su Instagram relató un daño que le tocó vivir. Pero esta a la vez y quizás años después, fue su propia espinaca.
Hoy ella brilla como el sol. Sí Pauli querida, brillas como nunca antes. ¡Te felicito!
Quizás ese “detalle” fue el que la invitó a dar un paso al costado y seguir con su vida. No fue cobarde por dar un paso al costado y después comenzar su nueva vida. No fue cobarde por querer reconstruirla con nuevos aromas, sensibilidades y colores. No fue cobarde por levantar la mano y contarnos una realidad que, de seguro, representa a millones de personas.

En la vida, en la creatividad, estamos rodeados de “sabios”.
En el libro Apología de Sócrates, de Platón hay un párrafo que dice:

“No me engañé en esto, pues sabían lo que yo no sabía, y en ese sentido eran más sabios que yo. Sin embargo, señores atenienses, me pareció que pecaban. Simplemente por el hecho de ejercer bien su arte, cada uno se creía también muy sabio en otras cosas y este error oscurecía su saber”

Creo sinceramente, que es el momento de apoyar, de aconsejar, direccionar, motivar, educar y guiar. No de criticar para estar presentes en redes sociales. Asumamos que muchas veces las estamos usando sólo para comprobar que el medio de comunicación sigue vigente aunque esté carente de contenido y reflexión. Vean las redes sociales de los políticos, tenemos un claro ejemplo.

¡Conversemos!

Cuidado con lo que decimos, cómo lo decimos y en qué momento lo decimos.
Pero también cuidado con lo que escuchamos y la relevancia que le damos a las palabras que no vienen del alma, nuestra alma.
Si no tienes dedos para el piano, pero lo amas, ¿por qué lo dejarás?

Saludos.

IIustración: Fran Barahona. 


 
Nico Landauro Constanzo es un publicitario chileno que actualmente desempeña el cargo de redactor creativo en la agencia Clan en Chile.
Mención en Marketing y Licenciado en Comunicación por la UNAB, es igualmente diplomado en Marketing Social y Responsabilidad Social Empresarial por la PUC y Máster en Gestión Educacional por IEDE.
Académico, escritor y columnista. Twitter e Instagram: @xvnelc