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El Regreso

Por José Arribas

Mañana es lunes. Y sí, sonará el despertador.

Pero no será un lunes cualquiera. No es solo el comienzo de la semana. No es una vuelta más.

Es la vuelta.

La mochila no estará llena de libros nuevos ni lápices afilados, pero la sensación será la misma: mariposas en el estómago, el corazón acelerado y una sonrisa tonta que intentaré esconder detrás del té de la mañana.

Mañana vuelvo al ruedo.

A mi oficio.

A eso que, en el fondo, me define más que mi DNI.

Volver a trabajar no es una obligación.

Es una aventura.

Es calzarse el uniforme -literal o figurado- y salir al mundo con la energía del que sabe que está haciendo lo que ama. De quien siente que todavía lo tiene todo por hacer.

Porque este trabajo no es cualquier trabajo.

Es mi lugar. Mi terreno. Mi historia.

El legado que pretendo dejar.

Como en aquellos primeros días de colegio, cuando todo olía a nuevo, cuando reencontrarme con mis compañeros era una fiesta, cuando aún no sabía qué iba a aprender ese año... pero lo presentía épico.

Así es hoy.

Mañana estrenaré ideas.

Me reencontraré con la batalla.

Abrazaré la rutina con la pasión de quien sabe que cada día trae su propio desafío.

Sí, volver al trabajo puede ser divertido, emocionante... incluso glorioso.

Es la vuelta del héroe a su hogar.

Del guerrero a su campo de batalla.

Del niño al patio del recreo.

Y sí, hay mails. Hay reuniones. Hay horarios.

Pero también hay magia.

La magia de hacer lo que sabes hacer mejor que nadie.

La vuelta al caos hermoso de las ideas, al vértigo de los deadlines, a ese instante mágico en el que una palabra, una imagen o una chispa te cambian el día -y, con suerte, la campaña.

Mañana vuelvo.

Vuelvo a las ideas en servilletas, a los "¿y si probamos esto?" a última hora, a los cafés que se enfrían mientras la mente hierve.

Vuelvo a pensar, a crear, a estrujarme la cabeza para encontrar eso que nadie más vio.

Vuelvo a la publicidad.

Ese oficio raro que mezcla estrategia con instinto, rutina con rock and roll.

Y aunque el lunes pueda parecer gris desde afuera, para mí es otra cosa: Es ese primer día de cole, pero con herramientas nuevas, un equipo afilado y más ganas que nunca.

Es volver a jugar. A probar.

A fallar rápido y acertar fuerte.

Es volver al lugar donde todo puede pasar... y suele pasar.

Es volver a Parnaso.

Mi casa. Mi gente.

Mi gente buena.

Mi buena gente.

Mi familia.

Porque en este mundo de marcas, conceptos y locuras con propósito, cada lunes es una hoja en blanco para continuar escribiendo un legado en la historia de la publicidad. Desde Andalucía. Desde la tierra donde habita el duende.

Justo ahora, antes de que empiece todo de nuevo, quiero hacer una reflexión pública sobre algo que ha marcado mi carrera: el poder de la rivalidad.

La salida de García Vizcaíno y Rico de Sra. Rushmore me ha hecho parar y pensar. No solo porque se va una de las mejores duplas de la publicidad española, sino porque con ellos se cierra un ciclo que marcó a toda una generación. Me marcó a mí.

Porque yo soy, en gran parte, el creativo que soy gracias a lo que significó "competir" -y admirar- a gente como ellos.

Siempre se habla de la importancia del talento, de la disciplina, incluso de la inspiración. Pero pocas veces se reconoce el verdadero motor que nos empuja a ser mejores: la competencia.

La rivalidad bien entendida, aquella que no nace del ego sino de la admiración, es una de las mayores fuerzas transformadoras que existen.

Pienso en los años 90, la auténtica edad de oro del culturismo. No había un claro dominador -aunque Dorian Yates reinaba-, lo rodeaban monstruos como Wheeler, Ray, Levrone, Taylor, Labrada, El Sonbaty, Dillett, Matarazzo, Paris, Demayo, Newman, Benfatto, Sarcev, Cormier, Francois, Cottrell, Love, Pastel, Cormier, Münzer, Clairmonte, Baker, Gaspari, Coleman…

Todos ellos podían ganar. Todos eran excepcionales. Todos se esculpían para superarse… y para superar al otro.

Ese cruce de miradas en los escenarios, esa tensión por ver quién llegaba más afilado, más denso, más perfecto, fue lo que los convirtió en leyendas.

No existía el conformismo. Porque el otro te obligaba a dar más.

Lo mismo ocurrió, en otro universo muy distinto, en la publicidad española de los 2000. Aquello era una auténtica constelación de estrellas: Hollander en McCann, Zuazo en Tapsa, Roca de Viñals en DDB, Urbez en Bassat, Antón en Leo Burnett, García en Saatchi, Fernández Mañes en Publicis, Molina en Tiempo BBDO, Vaquero en TBWA, Hilario en Y&R, Batalla en RSCG, Soler en Delvico, López Ochoa en Lowe, Segovia en JWT, Montero en Contrapunto…

Y si eso fuera poco, también estaban las independientes empujando fuerte: Segarra en SCPF, Nozioli en Shackleton, Holemans en El Laboratorio, Wallovits y Piera en El Sindicato, Esteo en Remo, Urs Frick y Uschi Henkes en Zapping y, por supuesto, García Vizcaíno y Rico en Sra. Rushmore.

La creatividad no paraba. La ambición era sana.

Todos querían hacer la mejor campaña.

La siguiente gran idea.

La próxima revolución.

Ser la agencia más admirada.

Yo soy el creativo que soy porque nací en medio de esa competencia.

Cada noche salía con mi moto a recorrer las agencias: DDB, McCann, Leo Burnett… Si veía una luz encendida en alguna, me daba la vuelta a la mía. No podía permitirme que otros trabajaran mientras yo descansaba. Quería estar a la altura. Quería pertenecer.

Gracias a todos aquellos culturistas de los 90 y a los creativos de los 2000 que marcaron una época.

Sin ellos, sin su nivel, sin su ejemplo… yo no sería el profesional que soy hoy.

No existiría Parnaso.

Y no estaría en esta forma con 51 años.

Admirarlos me enseñó algo que aún me guía:

Los mejores no intimidan.

Impulsan.

Y, con el tiempo, se convierten en amigos.

No veo la hora de que empiece el nuevo curso.

 



José Arribas (Linkedin) es socio director ejecutivo y máximo responsable creativo de Parnaso, agencia de publicidad de servicios plenos de carácter independiente afincada en España. Publicitario de largo recorrido en la industria española, la mayor parte de su carrera ha transcurrido en la vertiente de las agencias de publicidad y en el de la asesoría en marketing y comunicación a grandes, medianas y pequeñas empresas. Licenciado en Historia y master en publicidad por ICAI – ICADE, tras formar parte del área creativa en varias agencias multinacionales, Arribas da el paso a la vertiente indie. Primero como director creativo ejecutivo de Mak Publicidad, donde llegó a ser el máximo responsable creativo de la agencia y posteriormente como socio y director creativo ejecutivo de La Caseta. En 2007 fundó e impulsó su propia agencia en la ciudad de Sevilla, Parnaso, desde la que opera a nivel nacional e internacional dando un servicio integral a marcas como Puerto de Indias, Ubago, Fresón de Palos, GSC Aero, FER, Inés Rosales, Energía Plus, Alter Software o HGBS, entre otras.