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Naranja

David Barquín 

En la imagen de la izquierda, el publicista, sin mencionar un solo producto o servicio, se vale de un individuo disfrazado con el fin de llamar la atención y, de esta forma, lograr la complicidad del destinatario del anuncio:

Maybe I’m right and the world is wrong” (Quizá tengo razón y el mundo está equivocado).

El individualismo consciente, cuyo resultado inmediato es el disfraz de ¿conejo?, podría devaluar, a mi juicio, el pretendido significado del texto, de forma tal que daría pie a una parodia del propio mensaje. “Quizá” el individuo se disfraza así para solicitar un préstamo en la entidad financiera publicitada o, tiempo después (una vez financiado) lo vemos ya transmutado en conejo naranja, una suerte de presa bien visible para cualquier depredador. La estrategia de tachar el adverbio maybe también podría dañar la imagen de quien opina diferente, a saber: el individuo disfrazado no tiene razón y al mundo, equivocado o no, poco le importa. Sea como fuere, el publicista, valiéndose del humor, deja amplio margen para nuestra interpretación. Esto no sucede, sin embargo, con el anuncio (imagen de la derecha) propuesto por una multinacional de telecomunicaciones:

The future´s bright, the future´s…? Orange” (¿El futuro es luminoso, el futuro es...? Orange).

Este anuncio, prohibido en Irlanda del Norte, lejos de encajar en el contexto social y político de la comunidad receptora, produce el efecto contrario, a saber: el publicista no tiene en consideración a la comunidad norirlandesa republicana que se identifica con un futuro de color verde. La multinacional, ciertamente, produce sentimientos pero no los deseados, y ello se debe a que no contempla los valores y afectos asociados a este otro color, que permiten, gracias al Acuerdo de Belfast firmado en 1998, la convivencia pacífica entre ambas comunidades.

La repetición (future) y el optimismo (bright) son estrategias de cortesía positiva que debieron haberse interpretado teniendo en consideración, precisamente, aquellos factores políticos y sociales que el publicista ignoró. En definitiva, las antedichas estrategias no logran proteger la imagen positiva de, al menos, la mitad de los ciudadanos norirlandeses.

Huelga decir que habría llegado a idéntica conclusión si la multinacional de telecomunicaciones, en vez de “Orange”, emplease la marca comercial “Green”. Por fin, no deseo pronunciarme sobre la pertinencia de los desfiles monocolor que se repiten en Irlanda del Norte todos los 12 de julio, si bien, tanto desde la óptica de la cortesía lingüística en el ámbito publicitario como desde la teoría del color en lo referente a la pureza cromática, entiendo más acertada esta propuesta:

“Unionistas y republicanos, clientes todos de alguna entidad financiera, el futuro pinta gris”.

(La asociación con el gris, color menos saturado, tiene también un origen estrictamente cultural y, por tanto, simbólico).


David Barquín Gómez es licenciado en Derecho, graduado en Filología y máster en Filosofía de la Historia. Actualmente, cursa estudios de doctorado en Filosofía y Ciencias del Lenguaje