por Xurxo Torres
Entre que la tierra es plana porque no nos caemos al vacío, los polos sin hielo porque no existe el calentamiento global y el pletórico retorno del sarampión porque las vacunas son herramientas de control mental ando un poco confundido.
Ciertamente el mundo ya no es lo que era. Ha cambiado, o como mínimo, ha cambiado nuestra percepción del mismo. Después de siglos de reflexión sobre el sentido de la existencia hemos alcanzado el cenit de la sabiduría: la existencia no tiene sentido.
En lugar de correr despavoridos por semejante revelación se nos ve relativamente tranquilos. Ingerimos y digerimos con normalidad. Nos nutrimos de esta nueva sabiduría sin sobresalto aparente. Al menos, el menú es variado. Tenemos guerras de ocupación que caminan hacia paces de sumisión química. También hay procesos de deportación de varios tipos: los que te encierran en prisiones por ser un espalda mojada -que ahora significa delincuente- y que son selectivamente raciales a otros que no se andan con medias tintas y que se muestran a pecho descubierto como amables genocidios. Existe la constante emigrante, pero como esa tendencia nos acompaña desde nuestra toma de sentido como especie, apenas nos llama la atención.
Ingerimos y digerimos. Nos alimentamos del mundo en su versión relato. La verdad, la realidad han quedado obsoletas. Nuestra dieta es más de cosas chispeantes. Tal vez no es muy equilibrado ¿y qué? El equilibrio lleva sobrevalorado demasiado tiempo. Estamos aburridos de que el sol salga por el este. Por cierto, quién decidió que eso fuera el este.
“El mundo desubicado no se rompe la cabeza. Es más de romper cabezas ajenas”
La opinión libertaria tiene ese efecto secundario. Todo puede ser cuestionado, deconstruido y relatado al revés. Porque el mundo al revés también tiene derecho a expresarse libremente.
Y la nave va. La humanidad sigue con sus quehaceres diarios apenas sensible al cambio de escenarios, de atrezos, de vestuario, de actores. La obra debe continuar. Apenas, unos pocos, al fondo, a la derecha, persisten en el orden caduco. Son los de los mercados. Poco amigos de la vida alegre y de las veleidades anarquistas, aunque procedan de gente seria.
Los mercados, en apariencia, están lastrando un tanto este desenfreno hacia no se sabe dónde. La frase se repite a modo de lema subversivo; el mercado manda, hermano, el mercado manda. No es que grite a los cuatro vientos es más bien un susurro revolucionario. Tiene connotaciones antiguas, de cuando el orden era estable. Muy vintage. Demasiado moderno.
Ciertamente. Entre la tradición y la vanguardia, al mercado se le empieza a ir la cabeza. En su senilidad se da aires de que es una realidad en sí mismo, de que hace y deshace regido por unas reglas que interpreta como mandamientos sagrados. Pero no es una realidad, apenas es un constructo humano. Una idea, una tendencia, un comportamiento, un ingenio de nuestra capacidad para especular.
Deberíamos prestar atención a esta posibilidad. Si el mercado es un constructo humano ¿no es posible que se contagie del relato que impera? Y si en lugar de regirse por las especulaciones interesadas de toda la vida se le da por pasarse al surrealismo. Problema tenemos.
Sin asideros, el mundo es una cosa plana que debe colgar de algún sitio porque sino se caería ¿a dónde? Ni se sabe. Y, en el fondo, ahí reside nuestra identidad. En dejarnos ir en lugar de plantearnos a dónde o para qué. Un poco al albur y con mucha falta de conciencia.
Si arriba es abajo. Y si abajo es arriba ¿qué hacemos con lo del medio? Es obvio: lo borramos. Final del problema. El mundo desubicado tiene muchas aristas, pero si algo se acerca a definirlo en su totalidad es su absoluta indiferencia con la razón o con la conciencia. El mundo desubicado no se rompe la cabeza. Es más de romper cabezas ajenas.
Xurxo Torres (Linkedin) es socio y consejero delegado de Torres y Carrera, agencia de referencia en espñaa y LATAM dentro del territorio de la comunicación y las relaciones públicas. Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, cuenta con 35 años de experiencia profesional. Como periodista trabajó en medios como Atlántico Diario, RNE, Diario 16 de Galicia, TVE y La Voz de Galicia. Como consultor formó parte de los equipos directivos de LLYC y de Sanchis & Asociados. En 2003 crea junto a Paula Carrera su propia consultora: Torres y Carrera, que actualmente sigue dirigiendo. Es uno de los profesionales más premiados del sector y ha liderado diversos proyectos de investigación sobre temas como el impacto de la comunicación en el tejido productivo, el alcance de la revolución digital en los procesos de relación social o la génesis y desarrollo de los bulos. Como escritor tiene tres novelas publicadas (‘La noche americana’, ‘La niña del Mundo’ y ‘El Horizonte de la Reina’, ésta última coescrita con el periodista vigués Alberto Alonso) y tres libros de divulgación: ‘Comunicación y competitividad’, ‘En tiempo de dragones’ y el más reciente, ‘Un mundo de mentira’