No todos podemos ser influencer

Por Fernando Pérez (LinkedIn), Director de Servicios al Cliente de Isobar España

Hace 11 años, una chica de 16 años ocupaba un espacio entre las televisiones en un estreno de cine de Disney. Ella que iba con una amiga y una pequeña cámara digital estaba rodeada de los redactores estrella de Telecinco, Antena3, TVE… Los periodistas la miraban extrañados y curiosos. Ella miraba la alfombra roja, a los periodistas y a los actores con la mirada brillante del fan absoluto que se ve participe de un sueño. Esa chica, con 16 años, hizo un vídeo sobre la première de cine que tuvo más visionados que los medios generalistas. Algo había cambiado.

Esa chica, como otras muchas personas, desde su casa, y de manera desinteresada, subía vídeos a la red solo con una webcam y una conexión a internet. Lo asombroso es que, con todo el ingenio del mundo, todos ellos conseguían que muchos de nosotros alucináramos con sus contenidos. Les seguíamos por diversión. Incluso nos servían de inspiración para dar forma a algunas campañas publicitarias. Al fin y al cabo, eran aire fresco, dominaban las redes sociales con las que habían nacido y les encantaban las marcas. Más de diez años después, ni estos creadores de contenido son anónimos ni son ya una minoría. Todos sabemos quiénes son. Son influencers.

Hay que ser sinceros, al principio esto fue un golpe para algunos egos publicitarios. Descubrir que unos “críos amateurs”, con una cámara barata y poca experiencia, eran capaces de crear contenidos que funcionaban mejor que los que creaba la industria, levantó algunos resquemores. Mientras que los creativos y marcas contábamos con presupuestos altos y el apoyo de la inversión en medios para que los usuarios vieran los contenidos y productos, estos creadores, solo con su talento, conquistaban audiencias.

Con el tiempo, muchos de estos creadores de contenido han podido profesionalizarse y vivir de este negocio. El rápido crecimiento y su evolución también ha propiciado que los famosos de toda la vida hayan creado y profesionalizado sus perfiles en redes sociales. A partir de ahí, las marcas aumentaron sus inversiones. Fue el momento de la audiencia por la audiencia. Valías tanto como el número de tus seguidores. Dejamos de hablar de youtubers, tuiteros o viners, y vimos nacer el fenómeno de los influencers.

Como en todo momento de crecimiento, hubo desorden. Se generaron algunas malas praxis, divismos, compra de audiencias y la aparición un sinfín de actores con tanto interés propio como falta de criterio o de escrúpulos. También empezaron a aparecer artículos críticos en los medios, y con razón, sobre el negocio. Se hablaba de compra de seguidores, perfiles falsos, bots… Debido a todo esto han aparecido aplicaciones que brindan información sobre las audiencias de los perfiles: calidad de la audiencia, composición demográfica, intereses... Este es un camino que todavía está en proceso.

Aun así, la confianza en ellos de sus followers no cayó. En buena parte por cómo los influencers han cuidado siempre de sus contenidos y sus audiencias, rechazando campañas que no encajan con su perfil social. Lo hicieron bien antes y lo siguen haciendo bien ahora, no hay que olvidar que su credibilidad nace de la capacidad de generar un contenido relevante para su audiencia. Esa es, y será siempre, la magia de todo esto. Poco se habla del cariño y el tiempo que la mayor parte de ellos dedican a su audiencia y de como les devuelven a sus seguidores el cariño que les brindan.

Todos tenemos la oportunidad de jugar a futbol o a baloncesto, pero no tenemos la capacidad y el talento para convertirnos en el jugador estrella de nuestro equipo favorito. De la misma manera, todos nosotros tenemos la oportunidad de generar contenidos relevantes en redes sociales, pero no todos tenemos la capacidad de ser influencers. Para poder ser un auténtico Influencer se necesita mucho talento, mucha empatía con la audiencia y mucha perseverancia para dedicar las horas que dedican a crear contenido sin parar. Y si no me creen, háganlo ustedes


Con más de 10 años de experiencia trabajando en comunicación y publicidad, actualmente Fernando Pérez es Director de Servicios al cliente de la agencia creativa digital Isobar, desde donde trabaja o ha trabajado para marcas como Coca-Cola, Disney, Vodafone, Mondelez, Microsoft, Deoleo, Mastercard, Campofrio…
Es responsable de la creación de propuestas de valor para los clientes. Experto en estrategia digital, social media, branded content, influence marketing, digital research… Forma parte de varias de las comisiones de trabajo de la IAB (Interactive Advertising Bureau)