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Lo paramos separados

David Barquín 

En el ámbito de las campañas de la Administración pública, es frecuente el fenómeno de la descortesía de carácter social -íntimamente relacionado con situaciones controvertidas- y ello encuentra su razón de ser en el servicio social que se persigue. Estoy pensando en la campaña promovida por el Ministerio de Sanidad que consistió en un reproche a los padres que no supervisaban el consumo de alcohol de sus hijos menores de edad o, como ejemplo más reciente, en un mandato de uso obligatorio de la mascarilla cuyo propósito era el de prevenir el contagio del coronavirus.

En el sector privado, en cambio, la empresa anunciante procura, por regla general, no “dañar” la imagen del consumidor pues, en caso contrario, este se inclinará por no comprar el producto, o no contratar el servicio publicitado. Dicho esto, planteo en este artículo un breve análisis contrastivo entre las campañas institucionales concernientes a la pandemia de enfermedad derivada del coronavirus, propuestas por el gobierno del Reino Unido y el de España, respectivamente.

La campaña planteada por el gobierno británico -a pesar del hecho probado de que en los jardines del 10 Downing Street en Londres esta es ignorada- resulta aséptica y práctica y, por tanto, adecuada al fin que se persigue: el de sensibilizar e informar al ciudadano británico. No plantea esta la -supuesta- unidad de la campaña española y apela a la responsabilidad de cada cual para protegerse a sí mismo y, por ende, a los demás. En este sentido, percibimos el verbo imperativo -protect- como mandato que vela por la salud del administrado. La norma es clara y, únicamente, admite como respuesta su acatamiento. Por otro lado, el contexto de emisión del mensaje -la pandemia- contribuye a que el receptor perciba el mandato como acto exhortativo no impositivo, esto es, el ciudadano -primer ministro incluido- se sabe obligado pero lo está en su beneficio, y también en el de los demás.

Mientras en la sociedad británica el énfasis parece recaer en la autonomía personal, en la española se otorga más importancia a la necesidad que tiene el ciudadano de sentirse parte de un grupo. Resulta clarificadora, en este sentido, la apelación al individuo en la campaña británica -protect yourself & others- frente a la apelación al colectivo en la campaña gubernativa española -lo paramos unidos-, es decir, responsabilidad del individuo en la primera frente a la apelación de moral colectiva en la segunda. Por fin, la campaña del gobierno español, en su sentido literal, resulta sorprendente pues dice exactamente lo contrario de lo que debiera decir, habida cuenta que -como parece ya evidente en todo el mundo- este virus lo paramos separados.


David Barquín Gómez es licenciado en Derecho, graduado en Filología y máster en Filosofía de la Historia. Actualmente, cursa estudios de doctorado en Filosofía y Ciencias del Lenguaje