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El humor es una forma fantástica de ayudar a tus conciudadanos

Por José Luis Moro, fundador y responsable creativo de Pingüino Torreblanca y  Premio de honor Smile Festival 2019

Hace unos meses, vi un vídeo de una humorista americana que defendía el uso del humor frente a quienes piensan que hay muchas cosas de las que no está bien reirse. Sus palabras textuales eran: “Por favor, no nos quitéis el humor, es lo único que nos permite sobrevivir a todo el dolor que tenemos alrededor.” Estoy absolutamente de acuerdo con ella. El humor no sólo es bueno: es imprescindible.

Y eso se aplica, tal cual, a la publicidad. Hoy, que las marcas hagan cosas buenas por la sociedad se ha convertido en una tendencia mundial. La gente exige a las marcas que sean responsables y que de verdad aporten algo, más allá de sus productos y servicios. Y eso está llevando a muchas compañías en el mundo a buscar causas, muchas veces totalmente ajenas a lo que realmente venden, a las que sumarse y dedicar una parte de sus recursos.

Pues bien, desde mi humilde punto de vista, las marcas que utilizan el humor en su forma de comunicarse con el mundo, ya están aportando algo importante al planeta solo por el hecho de hacer esa elección. Porque como decía al principio, el humor no es que sea bueno para la gente, es que es necesario. Cualquier marca que nos roba un cachito de nuestro tiempo para vendernos algo, puede hacerlo sin darnos nada a cambio, o puede hacerlo de una forma que nos regale una sonrisa. Es una forma fantástica de ayudar a tus conciudadanos. Luego, si quieres contribuir a salvar las selvas amazónicas o los casquetes polares, genial, hazlo, pero, ¿por qué no empezar por lo más fácil? Alegrar la vida a la gente.

En la agencia lo tenemos clarísimo, forma parte de nuestra filosofía empresarial. Tenemos una responsabilidad: la felicidad de quienes nos rodean. Y eso incluye, tres grupos de personas: quienes trabajan con nosotros, nuestros clientes y la sociedad en general, que es quien recibe nuestras ideas en forma de campaña. Por eso, siempre que podemos, utilizamos el humor, o cualquier otra forma de comunicación que te pueda hacer sonreír, aunque sea un poquito.

Así que si me preguntáis si me parece bien que exista un festival que premia el humor en publicidad, tengo que decir: bien no, imprescindible.


José Luis no quería ser creativo publicitario. Quería ser estrella del pop. En los años en los que debía estar preocupándose por su futuro profesional, lo único que le interesaba era encerrarse en su habitación a componer canciones imitando a sus ídolos de aquella época, Alaska y los Pegamoides, Los Nikis, El Aviador Dro y sus Obreros Especializados, Glutamato Ye-yé y muchos otros grupos de los que Tierno Galván bautizaría, como Movida Madrileña.
Por suerte, en uno de los escasos accesos de pragmatismo que ha sufrido a lo largo de su vida, al terminar el colegio decidió que más le valía empezar una carrera y a falta de otra ocurrencia mejor, se matriculó en Derecho en la especialidad E-1, Letrado asesor de empresas, en la Universidad Pontificia Comillas de Madrid (ICADE).
A los tres años de empezar a empollar insoportables tochos jurídicos, inexplicablemente y todo hay que decirlo, sin que hubiera hecho demasiado esfuerzo por conseguirlo, una compañía de discos se interesó por sus composiciones. Ante la necesidad apremiante de elegir un nombre artístico, opto por evitar el suyo propio para no avergonzar a su familia y así nace Un pingüino en mi ascensor. En 1987 graba su primer disco. No obstante, en 1991 llega un nuevo acceso de pragmatismo y decidió que había llegado el momento de decir adiós a la música y buscarse otro medio de subsistencia. En 1992 consigue su primera oportunidad en el universo publicitario: un training en el departamento de cuentas de Contrapunto y tres años más tarde se convierte en redactor. En 1996, pasó a Remo,  y a los dos años le nombran director creativo y en el año 2000 le asignan la dirección de todo el departamento.En 2014 decide montar su propia agencia de publicidad, Pingüino Torreblanca, asociado con Pablo Torreblanca, con quien compartía la dirección creativa de Remo desde 2008.