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La tecnología va tan rápido que no espera a la ética

por Chema Cuesta

En el sector publicitario somos “early adopters” por naturaleza cuando se trata de abrazar y adaptar las últimas tecnologías. Llega el metaverso, ahí que nos lanzamos. Llega la inteligencia artificial, ahí que vamos. Llega Chat GPT, ahí estamos los primeros… y así podría hacer un largo listado de las nuevas tecnologías que van llegando a nuestras vidas. Nos maravilla lo que huele a nuevo. Y nos lanzamos a la piscina sin saber muchas veces si habrá agua o nos meteremos una buena cuando lleguemos al fondo. ¿Os acordáis del “hype” de Clubhouse? ¿Y dónde está ahora?

Pero este artículo no lo quiero centrar en ese cementerio de grandes “hypes” más o menos efímeros. Me gustaría hablar sobre cómo el ansia por adoptar la última tecnología nos hace olvidar el hecho de estudiar y analizar profundamente el impacto que pueden tener en nuestra sociedad y en las vidas de las personas.

¿Os imagináis que antes de poder usar las maravillas que te ofrece la inteligencia artificial u otra tecnología tuviera que pasar por un estudio de expertos: sociólogos, psicólogos, etc. para medir el impacto social antes de poder ser utilizado? Como si fuera un medicamento que tiene que pasar sus controles antes de llegar a las personas. Y cuando llega a la sociedad se ofrezca con unas recomendaciones y pautas de uso. Imaginad que antes de poder usar, por ejemplo, Chat GPT te dieran su manual de uso, recomendaciones, advertencias o incluso el impacto medioambiental que tiene al usarlo. ¿Alguien os ha contado la ingente cantidad de agua dulce que consumen los servidores de Chat GPT? Y así pasa con todo, llega una nueva tecnología y la acogemos sin más sin saber las consecuencias que puede haber detrás. ¿Sería muy loco pensar que si se hubiera hecho en su momento con los móviles y las redes sociales, por ejemplo, hoy no estaría ocasionando tantos problemas en muchas personas? Cuando hace unos meses empecé a dar charlas en colegios a niños de tercero a sexto de primaria sobre el abuso de las pantallas, los algoritmos de las redes sociales y los influencers la respuesta fue muy buena. Incluso me pidieron darla entre los padres. Eso me llevó a ver el gran vacío de conocimiento que hay alrededor de un mal uso de las tecnologías en las personas. En mi opinión debería haber una mayor preocupación por el impacto social que tiene cada nueva tecnología antes de abrirle la puerta de par en par a nuestras vidas.
 
No quiero decir con esto que no me gusten las nuevas tecnologías, de hecho, ofrece una serie de beneficios muy positivos para la sociedad:

•    Disminución del esfuerzo en muchos trabajos.
•    Abre nuevos puestos de trabajo y oportunidades laborales.
•    Mejora la economía.
•    Creación de maquinarias que agilizan la productividad.
•    Conecta a las personas de todo el mundo.

Pero como todas las cosas, también tiene una cara B, una cara más oscura:

•    Fomenta cierta inactividad, ya que, las personas cada vez necesitan hacer menos esfuerzos para lograr las cosas.
•    La dificultad de adaptación a los avances acelerados de la tecnología. No todo el mundo se adapta a la misma velocidad a las nuevas tecnologías y eso les puede generar frustración.
•    Reemplazo de las relaciones personales por dispositivos electrónicos, disminuyendo cada vez el tacto persona a persona. En la época con más opciones de comunicarnos resulta que cada vez hay más personas que viven solas. Las relaciones se hacen más efímeras.
•    El mérito de las personas depende más del éxito en, por ejemplo: las redes sociales que en la vida real. Quien tiene más amigos, quien tiene más seguidores, etc.).
•    La contaminación ambiental crece notablemente. Sustituir el papel por lo digital puede parecer más ecológico, sin embargo, el consumo eléctrico y de agua que consumen los servidores desde que se envía un simple un email a hacer desarrollos de inteligencia artificial. Quizá con esta información la próxima vez que contestes en una cadena de correos del trabajo el quinto “Ok, gracias” te lo pienses dos veces.

El desarrollo de la inteligencia artificial (IA) es un área importante merecedora de una cuidadosa reflexión. Cada vez más, se recurre a la IA para realizar trabajos que los humanos ya pueden realizar. Esto significa que tenemos que pensar en cómo desarrollar una sociedad con menor necesidad de trabajo humano, pero que capte los beneficios de la productividad y los transfiera a las personas –quizás mediante algún modelo de renta básica universal– de una manera que satisfaga su necesidad de sentir un propósito. Este será un reto muy difícil que habrá que abordar en un futuro muy próximo.

 

“En las agencias convive una gran brecha digital entre los diferentes profesionales, pero es que la vida pasa igual. Jóvenes hiperconectados y abuelos olvidados por esa digitalización que les ha dejado fuera hasta de poder operar con su banco de toda la vida. No hay nada más cruel que anteponer las normas que marca la tecnología y olvidarnos de las “normas” que rige la buena convivencia de las personas”

 

Algunos expertos creen que el desarrollo de máquinas superinteligentes, significativamente más inteligentes que los humanos, es inminente. ¿Qué significará eso para el futuro de la humanidad? ¿Decidirán estas máquinas superinteligentes que están mejor sin nosotros? ¿Cómo afectará a las agencias que basan su servicio en el talento creativo? Se nos presentan muchas interrogantes en el camino hacia este nuevo futuro tecnológico. Y por eso se me hace cada vez más necesaria la adopción de la ética y la moral para conocer el impacto en las personas y en la sociedad que queremos. No la que podemos (tecnológicamente hablando) sino la que deseamos vivir. ¿Seríamos capaces de renunciar a los cantos de sirena de la tecnología si supiéramos que nuestra vida laboral y social mejoraría?

El reconocido filósofo moral australiano Peter Singer está a la vanguardia del pensamiento sobre el impacto social y las implicaciones éticas de las nuevas tecnologías. Para Singer cuando reflexionamos sobre los juicios que hacemos, deberíamos poder ponernos de acuerdo sobre algunos principios básicos de ética o discrepar sobre aplicaciones particulares de esos principios en circunstancias diferentes. Por ejemplo, desde un punto de vista ético, deberíamos ser capaces de aceptar que los intereses de todas las personas son iguales. Y esto no está pasando. En las agencias convive una gran brecha digital entre los diferentes profesionales, pero es que la vida pasa igual. Jóvenes hiperconectados y abuelos olvidados por esa digitalización que les ha dejado fuera hasta de poder operar con su banco de toda la vida. No hay nada más cruel que anteponer las normas que marca la tecnología y olvidarnos de las “normas” (ahí entra de nuevo la ética) que rige la buena convivencia de las personas.

La pregunta es ¿seremos capaces de tener la paciencia para no adoptar las nuevas tecnologías sin leer antes, como si fuera un prospecto, las consecuencias o por el contrario nos dejaremos llevar por ser los primeros en lanzarnos sin más? Viendo cómo somos me huelo la respuesta, pero me gustaría pensar que el peso de la filosofía y la ética estarán más presentes en los próximos años. Ya hay grandes compañías tecnológicas, como Telefónica, que ya lo están teniendo en cuenta. De hecho, es una de las primeras compañías del mundo en fijar unos principios de IA y unas pautas éticas para su aplicación. Estos principios sitúan en el centro a las personas y garantizan el respeto de los derechos humanos en cualquier entorno y proceso en el que se use la IA. 

Es un comienzo y espero que acabe siendo lo habitual, por la cuenta que nos trae a todos.

 


Chema Cuesta (Linkedin) es director creativo. Pertenece a la primera generación de profesionales creativos digitales en España, con más de 20 años de experiencia en agencias creativas y de medios. Es un apasionado de las nuevas tecnologías y del branded content. Desde 2017 lidera la comisión de creatividad y formatos en el capítulo español de la BCMA (Asociación de Branded Content), desarrollando la primera guía de contenidos de marca en el mercado: FOCO. Además, su espíritu inquieto y de ir siempre más allá le ha llevado a formarse en e-commerce y negocios. De largo recorrido profesional, actualmente es Creative Area Manager en la agencia popin_  . En etapas anteriores ha formado parte del área creativa y estratégica de empresas destacadas en la industria como PHD Spain, September, Btob, Draft FCB Spain, Publicis Spain, TBWA Spain, McCann Spain o The&Partnership, entre otras.