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¿Practicas la responsabilidad afectiva en tu trabajo?

Por José de Sola, Doctor en Psicología/ Psicólogo Psicoterapeuta Clínico DE SALUD PSICÓLOGOS - Psicología y Psicoterapia Especializada

Vivimos en una época en donde el individualismo y los intereses personales priman en nuestra vida. Cada vez observamos menos empatía y más egocentrismo, en donde la ausencia de dependencias emocionales es un objetivo valorado. La independencia, la búsqueda de beneficios personales, de la propia satisfacción, son actualmente ejes propios del ‘ganador’ en donde con frecuencia poco importa el daño producido a quienes le rodean. Se valora más ser frio y calculador que sensible. En efecto, hemos entrado en una era de narcisismo personal en donde una gran variedad de cretinos emocionales miran sus propios intereses por encima del resto.

Esta actitud, en mayor o menor medida, siempre ha existido. Sin embargo, nuestra sociedad, tan dada a las posesiones materiales, a la imagen personal, a la búsqueda del poder, a la desalmada positividad y de ser felices en todo momento, a la cultura del esfuerzo por el éxito, nos obliga a hablar hoy en día de la ausencia de ‘Responsabilidad Afectiva’.

¿Sabes que es la Responsabilidad Afectiva?

La Responsabilidad afectiva es extensible a cualquier tipo de vínculo, como el laboral, de pareja, con los amigos, con la familia o con la comunidad de personas con las que vivimos. El concepto surge a partir de la década de los 80 en donde psicólogas e intelectuales como Deborah Anapol, Dossie Easton o Janet Hardy abanderaron el concepto de ‘Responsabilidad Afectiva’. Consiste en la capacidad de ser responsables de nuestros actos y sentimientos en nuestras relaciones, así como valorar el impacto que pueden producir, lo que implica capacidad de empatía y consideración por los sentimientos de los demás.

Actuar con Responsabilidad Afectiva supone considerar en todo momento cómo quieres que te traten. Se han indicado muchas formas de manifestarla: Por medio de una comunicación respetuosa, empática y sincera, con respeto a la otra persona, reconociendo que otros pueden sentir y pensar de forma diferente, sabiendo cuáles son los límites y necesidades de los demás, anticipando el impacto negativo que podemos causar, dando valor, en suma, a lo que son y hacen otros.

Esto no significa que uno tenga que olvidarse de sus intereses. Implica, por el contrario, tener en cuenta otros sentimientos y necesidades, lo que nos lleva a los conceptos de asertividad e inteligencia emocional. La Responsabilidad Afectiva supone una comunicación sincera y clara, que sepa defender lo propio respetando a los que nos rodean.

¿Y lo contrario de la Responsabilidad Afectiva?

En donde más observamos hoy en día la ausencia de Responsabilidad Afectiva es en las relaciones de pareja y en el ámbito laboral.

Conductas como mentir intencionadamente para lograr algo, esconder la cabeza tras un acto que perjudica, incumplir intencionadamente promesas y acuerdos, abusar saltándose los límites y derechos de los demás, desaparecer sin dar explicaciones en una relación afectiva (ghosting), no ser claro con lo que se quiere y se siente, negar conscientemente lo que se ha dicho o hecho, el postureo y el culto a la propia imagen, invalidar a los demás, criticar o despreciar otras opiniones, culpar intencionadamente de los propios errores, maltratar verbal y emocionalmente, manipular lo dicho o hecho.

Pero también observamos ausencia de Responsabilidad Afectiva cuando nos saltamos intencionadamente, y en beneficio propio, normas sociales, tales como aparcar en doble fila, obviar determinadas directrices de la comunidad de vecinos o, por ejemplo, saltarse el confinamiento durante una cuarentena.

En suma, pensar solo en uno mismo.

¿Cuál es la situación en tu trabajo?

Si bien es cierto que la falta de Responsabilidad Afectiva se ha estudiado con mayor frecuencia en la pareja, sin embargo, no debemos olvidar que en el entorno laboral convivimos con multitud de personas muchas horas al día y con las que, queramos o no, establecemos vínculos. Desde esta perspectiva, podemos dañar o ser dañados por compañeros o superiores que practican un liderazgo insensible sin considerar el factor humano.

En nuestra consulta nos llegan con frecuencia personas trituradas emocionalmente por las actitudes de determinados compañeros, superiores, proveedores o clientes. Lo curioso de estos casos es que no se les suele dar importancia, se considera que este sufrimiento forma parte del trabajo, que es una debilidad. Sin embargo, ahí están las abrumadoras estadísticas de largas bajas laborales por depresión y de ansiedad.

¿Qué es lo que está fallando?. Desde luego que estamos ante claros indicadores de una escasa Responsabilidad Afectiva laboral. Competitividad, envidias o celos entre compañeros o directivos con liderazgos exigentes, arbitrarios y déspotas en donde los sentimientos no existen y lo importante es la eficacia y el éxito personal. No es novedad la existencia de empresas con altas tasas de suicidio entre sus empleados, hecho que concurre con patológicos niveles de insensibilidad y de psicopatía entre sus directivos y empleados. En efecto, en amplios contextos laborales se valora la agresividad y el despotismo como forma de dirección y en donde el clima laboral se acaba convirtiendo en un auténtico infierno capaz de enfermar a cualquiera.

Por lo tanto, la Responsabilidad Afectiva en el ámbito laboral se basa en la conciencia de cómo afecta la propia actitud en compañeros, empleados, clientes, proveedores y en el clima laboral en general. Como muestra no hace falta más que ver los casos de mobbing o de desmotivación y falta de rendimiento.

¿Qué se puede hacer?

Lo peor de todo es que ante la ausencia de Responsabilidad Afectiva en el trabajo, los afectados suelen culpabilizarse, se sienten responsables o insuficientemente eficaces.

Por ello, hay que cuidar las relaciones interpersonales, no solo por el matiz propiamente humano, que es el más importante, sino también considerando el propio funcionamiento de la empresa. Es bien sabido que una empresa con un buen clima laboral incrementa la motivación, el rendimiento y, por lo tanto, la productividad.

¿Cómo podríamos entonces aplicar los principios de la Responsabilidad Afectiva en el entorno laboral?. Teniendo en cuenta el principio básico de respetar a los demás como se busca el respeto a uno mismo, en un sentido práctico deberíamos:

  • Asimilar las consecuencias de los propios actos y palabras.
  • Preocuparnos por conocer a los demás y sus problemas.
  • Ser claros, sinceros, honestos y asertivos.
  • Pensar antes de decir algo importante, en sus consecuencias.
  • No hacer o decir lo que no queremos que nos hagan o digan.
  • No invalidar a alguien gratuitamente, y menos delante de otras personas.
  • Reconocer nuestros errores, aprender a disculparnos.
  • Definir bien los objetivos laborales, incentivos y beneficios sociales.
  • Favorecer una competencia interna sana.
  • Cumplir lo prometido, respetar los acuerdos, no encondernos.
  • Reconocer nuestros propios problemas, no hacérselo pagar a otros.
  • Evitar un liderazgo arbitrario y déspota.
  • Controlar nuestra envidia o agresividad.
  • No mentir o hacer ‘luz de gas’.
  • Detener las burlas abiertas o encubiertas hacia un empleado o compañero.
  • Escuchar y respetar las opiniones de los demás.
  • Controlar nuestro afán de protagonismo, no pisar los méritos de los demás.
  • No pasar por encima de alguien por el placer de sentirse triunfador.

Son muchos los ejemplos de lo que podemos hacer en este sentido. Sin embargo, sentirse bien y hacer sentir bien a otros en lo posible, es la clave que debería regir nuestra vida en todos los sentidos. La agresividad, la incongruencia en la comunicación, la falta de respeto produce miedo, no admiración. La admiración tanto en lo laboral como en lo personal solo se logra a través de una actitud congruente y sincera en tu comunicación y relaciones, en tu liderazgo, y en donde el cuidado por otros sea equiparable al cuidado que te procuras a ti mismo.

 


José de Sola Gutiérrez. Psicólogo colegiado en el colegio de Psicólogos de Madrid.  Licenciado en Psicología por la Universidad Pontificia de Comillas (1985). Formado como psicoterapeuta clínico (desde 1985).  Master en Psicofarmacología y Drogas de Abuso (2012). Miembro de diversas asociaciones y sociedades científicas en psicología y psicoterapia. Doctor en Psicología (Universidad Complutense de Madrid, 2017).
Ha trabajado desde 1988 en diversas empresas nacionales y multinacionales como técnico, responsable técnico y director de departamento, en investigación de mercados cualitativa y cuantitativa y análisis del comportamiento del consumidor. Desde 2007 como psicólogo psicoterapeuta clínico en diversos centros de psicología y psicoterapia. En 2012 inicia su propio proyecto psicoterapéutico en De Salud Psicólogos.
Trabajó como profesor del Master de ‘Neuromarketing y Comportamiento del Consumidor’ (2014-2016) así como en el IE University (School of Psychology. Segovia) impartiendo Psicología y Comportamiento del Consumidor (20082011). Desde 1995 ha colaborado e impartido clases de psicología del consumidor e investigación de mercados en diversos centros y escuelas de negocios.
Desde 2012 investiga y publica en el ámbito de las adicciones a las nuevas tecnologías, especialmente al teléfono móvil.
De 2005 a 2009 fue miembro de la junta directiva de AEDEMO (Asociación Española de Estudios de Mercado y Opinión) desde donde organizó diversos eventos monográficos (seminarios, jornadas, conferencias, etc).